Todos somos cómplices del ciberacoso

Verónica. 32 años. Madre de dos hijos y casada. Persona, que parece que se olvida.

Hace unas horas los medios notificaban que una mujer de 32 años llamada Verónica, madre de dos hijos y trabajadora de IVECO, se quitaba la vida después de que se difundiese un vídeo sexual suyo en la empresa donde trabajaba. Según fuentes policiales el 80% de la plantilla, de un total de 2.500 de empleados, había visto el documento gráfico. Además, CCOO denuncia que la trabajadora había acudido a la dirección de IVECO para remediar la situación. Sin respuesta. Así, el sábado 25 de mayo, Verónica se suicidaba por la presión social y, al parecer, porque su marido se había enterado de la existencia del documento y eso le produjo una ansiedad que terminó de la peor manera.

La difusión del vídeo de Verónica, denominado “pornovenganza” y según las primeras investigaciones filtrado por su ex-pareja, ha provocado miles de reacciones entre la gente. Pero, sin entrar en valoraciones, aunque así las merezca, de si es un crimen machista o que sucesos han catapultado este caso concreto, quisiera valorar el foco al que muchos no le están dando importancia: los que miran, reenvían el contenido y no denuncian nada. Qué guays y que chulo(putas) somos compartiendo cadenas o vídeos como los de Verónica en las redes sociales. Mírame con mi iPhone treinta y seis, asumiendo que esto ocurrirá en el año que estrenen tal teléfono, riéndome o cascandomela. Mira que gracioso y moderno soy pasándoselo al vecino para que él también se descojone vivo. Convirtiendo así un vídeo viral en un vídeo mortal.

Todos, absolutamente todos y quien diga lo contrario que cierre este artículo, hemos sido cómplices o hemos compartido, en mayor o menor medida, alguna cadena de contenido sexual o de argumento que podría atentar contra el derecho al honor, intimidad o propia imagen, delitos, por cierto, contemplados en el Código Penal. Creo que a estas alturas suspenderé todos mis exámenes, morirán unos 50.000 gatos y estaré condenado al infierno y a la mala suerte durante 3.000 años, prolongables hasta 7.000 si soy visitado por el perro dorado con plumas. Y aquí sigo. Sin compartir cadenas aunque sea “por si acaso”. ¿Tan difícil es?

Habría que matizar, en pocas palabras, el porqué se difunden este tipo de vídeos. Muchos se ven con el derecho por gracia de Dios, por la facilidad o por el morbo que supone que en ese vídeo (en el caso de Verónica) aparezca una mujer. Según la profesora experta en derecho penal Asunción Colás, el 90% de las víctimas del “sexting” o “revenge porn” -el porno venganza- son mujeres”. Además, asegura que la extensión infinita de las redes sociales hace que estos delitos sean incontrolables y apuesta por educar mejor a los responsables antes que crear “nuevas figuras penales”. Compañeras de Verónica afirman que lo pasó muy mal cuando se empezó a conocer el vídeo y que el documento estaba por ahí porque compañeros no lo dejaban de comentar -incluso en su presencia- y era la comidilla de toda la fábrica. Incluso muchos de los trabajadores y trabajadoras, según explican otros operarios, pensaba que se trataba de una broma y que no hacían daño.

Me han dicho que, confirmo que, desmiento que, demuestro que, me han dicho que, espera, ¿alguien te he dicho ya que te calles? Pues cállate. Comparte este artículo también.