“En la puta vida hemos cerrado a las siete de la tarde”

Sos Hostelería

OIHANA LÓPEZ

Así comenzaba la concentración celebrada por los hosteleros de Bilbao el pasado miércoles, 26 de mayo, en el Arenal, cerca del edificio del ayuntamiento de la ciudad y a las puertas de las Siete Calles: «En la puta vida hemos cerrado a las siete de la tarde».

La concentración tenía la firma de Bizkaiko Tabernariakk. Bizkaiko Tabernariak es una asociación nacida en 2020 pero con una amplia trayectoria ya en el sector hostelero, donde tiene más de 170 asociados en toda Bizkaia. El objetivo desde el principio ha sido clarísimo. Ayudar y defender los derechos de los hosteleros en un momento de especial gravedad con la crisis derivada de la pandemia del coronavirus.

Unas decenas de hosteleros enfadados y gritones reivindicaba lo que se lleva peleando desde el inicio de la pandemia: estabilidad para la hostelería. Y es que podemos entender este enfado y esos gritos si vemos cómo nuestros bares abren y cierran constantemente con el paso de los meses y sin embargo, la cola del Primark recientemente estrenado en la Gran Vía bilbaina da la vuelta a la manzana por lo menos dos veces, aún hoy, una semana después de su apertura. Tres horas para entrar a la tienda de ropa barata.

Contra la pandemia

La hostelería  ha sufrido de forma inestable las consecuencias de la covid-19: Primero cerró completamente, luego abrió únicamente las terrazas, más tarde volvieron a cerrar (incluso para la comida para llevar). Cerramos de nuevo hasta nuevo aviso. Abrimos únicamente hasta las ocho, permitimos mesas de cuatro en cuatro solo en exteriores, luego también en interiores. Ida y vuelta: inestabilidad.

Y así sucesivamente hasta llegar a la situación actual, en la cual nuestros hosteleros, cansados del cierre continuo y la inestabilidad de las medidas, han llegado a esta clase de manifestaciones mediante las cuales piden que se acabe esta cruzada contra la hostelería. Que se acabe este daño que está afectando a cientos de familias.

Una de las personas encargadas de continuar con la concentración se subió a una especie de escenario preparado para la ocasión y gritó a los demás manifestantes: “Nosotros somos gente social. Nosotros nos pasamos horas y horas en nuestras terrazas, en nuestros bares, hablando con nuestra gente”. Todo el conjunto de trabajadores aplaudía y gritaba de forma desenfrenada. Varias palabras en euskera nacieron entre la turbamulta de ruidos “Gora” “Hori da” “Hori, hori”. De nuevo cogió el turno de palabra la mujer que aparentemente manejaba el cotarro de la concentración y espetó: “¡Nos tenemos que defender! ¡Esto no nos lo puede quitar nadie!”

Para acabar con la concentración la mujer sentenció un punto que hizo que todo el silencio pesara de golpe. Los gritos cedieron y los individuos afirmaban con la cabeza a medida que su discurso contra la política española transcurría: “Estamos dando dinero al agroturismo. Para los sinvergüenzas que nos están hundiendo en la miseria… ¡Estamos dando dinero a aquellos que nos hunden en la miseria!” Y de nuevo comenzaron los gritos guerreros.

Gritos justificados, porque a los hosteleros se les está hundiendo en la miseria.