Un ser egoísta en tiempos del coronavirus

el coronavirus y el egoismo humano

Amaia Vilches @amaiavilches

El humano es el ser más egoísta que existe en el planeta. Decimos preocuparnos por los nuestros, que pensamos en los demás, pero al fin y al cabo siempre priorizamos el bienestar propio. Nos preocupamos por el vecino cuando nos afecta y nos perjudica, damos consejos que creemos que son los mejores porque nos creemos los mejores y ayudamos a la gente por puro autorreconocimiento.

En esta situación que vivimos, tan fuera de lo común y tan drástica, lo veo más claro que nunca. El señor presidente, con su corbatita, nos dice que seamos buenos ciudadanos, que seamos héroes, y salvemos a los mayores, a los que pueden ser perjudicados por el virus. Criminalizan a los jóvenes diciendo que somos los que menos concienciación tenemos y que somos los que ocupan las calles; como no, los demás se lavan las manos, porque ellos son ciudadanos de honor, de honra, y a los cuales les importa el bien común. No como a nosotros, jóvenes egoístas e inconscientes.  

falsa solidaridad

Los jóvenes, muchos de nosotros, somos los que hemos estado 24/7 en Twitter, Instagram, medios de comunicación y blogs para informarnos minuto a minuto. Hemos vuelto a nuestras casas y hemos visto la desinformación que reinaba en el hogar. En muchas ocasiones hemos conseguido hacerles pensar y convencerles, en otras no. Padres y madres que han sacado a sus hijos a la calle, esos que dicen que saben lo que hacen y son conscientes de la situación en la que estamos. Aunque tampoco vamos a obviar los “sold out” en las discotecas los últimos días, que todos somos lobos en esta historia.  Y así, entre otras cosas, llegamos a tener que mandar patrullas y movilizar al ejército para controlar que nadie salga a las calles. Porque nos preocupamos por los demás.

Somos una ciudadanía bondadosa, generosa y solidaria. Porque hasta que no hemos visto la multa que nos van a meter por salir de casa, no nos lo hemos tomado en serio, y nos hemos ido al monte a pasear, que hacía buen tiempo. Somos un país tan generoso que nos hemos largado a nuestras segundas residencias en la costa, para dar un paseo al solecito, y así no contagiar a nadie. Porque claro, nadie tiene el virus. 

Atendemos a la amenaza

Solo estamos cumpliendo las reglas por dos razones: La sanción que nos impondrán si incumplimos la ley, y porque solo queremos volver lo antes posible a nuestras vidas. Fingimos preocupación por los enfermos y sanitarios, pero no nos han levantado de la terraza del bar hasta que nos han echado. Da igual, esta noche les aplaudimos por la ventana. 

Solo reaccionamos cuando nos vemos afectados, cuando ya no queda otra que hacer lo que teníamos que haber hecho cuando tan solo era una recomendación. Me suena a eso de “tenía que haber ido a la velocidad que ponía”. Somos una sociedad que no reacciona hasta verse al borde del abismo. Todos piensan en su bienestar, aunque tengan que llevarse el de los demás por delante, pero eso es cuestión de mirar la historia, o simplemente otros ámbitos sociales como la inmigración o la igualdad.

“Matamos” por sobrevivir en esta sociedad. Cogemos cinco packs de papel higiénico para que nosotros no nos quedemos sin ninguno. Arrasamos con los alimentos más baratos, sin importarnos que una señora mayor no pueda pagar los productos que quedan por su escasa pensión. Solo somos solidarios si vemos a esa anciana llorando por no poder comprar sus pechugas, entonces sí, se nos llena el corazón de ternura, nos importa y preocupa, y solo entonces nos sentimos dispuestos a ayudar y a realizar un acto generoso. TRISTE, MUY TRISTE.

¿Sigues negando que el ser humano sea egoísta? Tranquilo, no hay más ciego que el que no quiere ver. No voy a dar ninguna solución ni alternativa para que nos sintamos bien, o para calmar los humos del indignado de turno después de leer estas palabras. Nos falta capacidad de pensamiento colectivo y el individualismo nos lleva hoy, a confinarnos en nuestras casas. Nos lo merecemos por egoístas.