El fútbol y la nueva normalidad: la tumba mediática del coronavirus

Pedro Sánchez anunció que el 21 de junio los ciudadanos españoles atravesarían en cuerpo y alma a otra dimensión, a una cuarta pared al estilo de Ridley Scott, una cuarta pared que, como la del cine, no se ve, pero sabes que sigue ahí, presente. Ahora, en la recién estrenada nueva normalidad en la que deberemos convivir, en principio, hasta que salga la vacuna contra el COVID, el virus parece ya no ser protagonista.

Tras cuatro meses encerrados en nuestros hogares, el virus parece haber desaparecido del panorama. Terrazas llenas que se adornan con besos y abrazos, paseos interminables con primos, hermanos y desconocidos sin mascarilla ni distancia de seguridad, o playas llenas de cuerpos blancos ansiosos de un bronceado libre de COVID. Con el virus rondando por cada esquina. Y Urkullu en la frontera con Revilla. Y los medios poniendo en portada la apertura de terrazas en Madrid.

Gol desde el medio

Aunque seamos libres -no entremos a determinar el concepto de libertad, pues sería, en mi opinión, imposible de concretar en mitad de una pandemia- la COVID-19 continúa siendo una amenaza a nivel mundial. En Europa, aunque se hayan detectado varios rebrotes en distintos territorios -por ejemplo, en Alemania, Galicia o Murcia-, la situación parece más controlada y estable, aunque hay temor a que, después de las imágenes que vemos de las calles, terrazas o playas, haya un fuerte repunte.

A todo ello, a la situación semi-controlada y al egoísmo de la gente, hay que sumarle uno de los factores más determinantes para que la COVID-19 se difumine de los medios y, al mismo modo, de la opinión pública: la vuelta del fútbol y el deporte. Y no, no es casualidad que el Gobierno o La Liga (como la Bundesliga o la Premier) haya tenido tanta prisa, casi como Urkullu en convocar elecciones en el País Vasco o Putin en el Desfile de la Victoria, para la vuelta temprana vuelta del balompié en España.

Rebajar tensiones

En los momentos más tensos a nivel social, por lo menos en el Estado español, como pudo ser la crisis económica del año 2008, siempre caía la casualidad de que coincidía con un Barcelona-Real Madrid, o viceversa. Ya pasó con la especulación con el PIB de Cataluña o con el del PIB de España (sí, a nivel estatal) tras el gol de Iniesta en el Mundial de Fútbol de 2010. Con un ejemplo todo se ve más claro.

Uno puede perder el empleo, la pareja o algo muy de valor, pero, aunque movilizarse valiera para acabar con el hambre en el mundo o para terminar con la guerra, esa persona no dejaría de ver un clásico; es decir, no se movilizaría. Eso sí, si el general ZZ, para los amigos Zinedine Zidane, llama a filas para protestar contra las decisiones arbitrales de la última jornada, el centro de Madrid se convertiría en el cruce de Shibuya a la hora de la salida del trabajo.

Aprovechando una frase de un presidente de fútbol, aunque lo podría categorizar mejor como un auténtico showman, me gustaría recrear unas de las ya más reconocidas palabras del expresidente del FC Barcelona Joan Laporta: “¡Al loro, que no estamos tan mal!”. Pero sí, sí estamos tan mal. El fútbol ha silenciado una pandemia, y los futbolistas parecen ser los héroes nacionales, o esa es la sensación que tengo. Cuando ellos estaban enseñando sus mansiones y coches, los sanitarios estaban haciendo turnos de 15 horas, sin dormir, sin comer y con riesgo de morir.