Darwinismo social en tiempos de crisis

EE.UU

Por Alexander Martínez

Y otra vez, cuando más lo necesitan, miramos para el otro lado. La crisis del COVID-19 lleva, aproximadamente, desde mediados de enero sembrando pánico y angustia por todo el mundo. Desde su zona cero, ubicada en Wuhan, hasta la esquina más recóndita de cualquier continente.

Es más sencillo cuantificar los países que a día de hoy no lo padecen, que hacerlo sobre los que ya lo han sufrido. La mayoría se encuentran en África, y es que este este virus ha adquirido la condición de pandemia gracias a propagarse a través de todo lo que el continente más antiguo del mundo anhela. Toda una sociedad atentada por su propia evolución. El capitalismo, el librecambismo, la circulación libre de personas, y un sinfín de causas han provocado esta propagación tan rápida y letal.

Pero, aunque ahora condenemos su suerte continuamente, somos y hemos crecido inmiscuidos en en esa sociedad. Esa, fundamentada en que el más grandes se comen al más débil. Esa, en la que en tiempos de crisis vuelven a sufrir los más desfavorecidos. Esa, en la que se aprovecha la más mínima debilidad del rival para aplastarlo sin compasión. Esa en la que el máximo exponente, Estados Unidos, tiene la capacidad de ahogar a un país si así se lo propone. Incluso cuando las reglas internacionales se lo prohíben.

Que le pregunten a Irán

Y si no que se lo pregunten a Irán. El que ya fuera protagonista, nada más comenzar el año, por una serie de desencuentros con los yanquis, ahora está sufriendo las consecuencias. Tras las controversias durante el mes de enero, sumando a estas el hecho de abandonar el pacto de no proliferación nuclear internacional, la administración Trump se preocupó de diseñar un gran plan de enormes restricciones para el país del mediano oriente. En la confección de este se impulsaron medidas lo suficientemente corrosivas como para aislar a Irán del panorama occidental, ahogándolo a nivel financiero si fuese necesario. Se comenzaron a controlar todas sus transacciones. Sus exportaciones adquirieron repuntes arancelarios sin precedentes y de la mismas forma sus importaciones europeas se redujeron significadamente. Adentrando al país en una crisis financiera ahora agravada aún más si cabe por la sanitaria.

“Irán es el único país de todos los infectados que no puede comprar medicamentos”, exclamaba el embajador iraní en España. “China ha sido, sin lugar a dudas, el país más solidario con nosotros. También Rusia y algunos países árabes de la región nos han ayudado”. ¿Qué tienen en común todos estos países? Pues que no mantienen ningún acuerdo con EEUU del que dependa gran parte de su economía.

¿Qué es la ONU?

Pero, ¿cómo es posible? ¿La ONU no se comprometió, desde su fundación, a asegurar, sin distinción, este tipo de derechos a todos los países? Pues sí, pero una vez más, el sistema económico, desde las entrañas de la OFAC, eclipsa y niega todo discurso altruista sin fondo material. Esta organización que opera bajo la jurisdicción de la Oficina Antiterrorista e Inteligencia Financiera norteamericana tiene la capacidad de impulsar desde multas a las entidades que desafíen sus directrices, hasta la prohibición y congelación de sus activos en suelo estadounidense.

Es normal que los países europeos, quienes mantienen fundamentales acuerdos con la superpotencia americana, tras estas indicaciones, sopesen sus ánimos morales de ayudar al gobierno de Teherán. Todos sus activos correrían una misma suerte. Confirmándose lo evidente, EEUU sigue siendo el matón del instituto. En plena crisis. Rencor, condenas indiscriminadas y la transgresión desmedida y oportunista de los preceptos establecidos para mantener el orden y la paz mundial se mantienen prostituidos al sistema económico actual y a sus gerifaltes.

Es por esto el que Irán no sigue sin tener acceso a la compra de productos sanitarios, es por esto el que tampoco pueda vender, como antes sí lo hacía, su petróleo, impulsándole a una crisis doble, y es directamente por estas limitaciones por las que miles de iraníes mueren abandonados en hospitales incapacitados deliberadamente, como si de un genocidio se tratase.