Crisis e individualismo: «El Hoyo»

el-hoyo

“Nivel 48, El Hoyo, y estamos a primeros de mes, de modo que la pregunta es ¿qué vamos a comer? obvio, lo que les sobre a los de arriba” con esta frase de Zorion Eguileor arranca la película “El Hoyo” (2019, Galder Gaztelu-Urrutia) donde se nos presenta una estructura vertical con un número indefinido de niveles donde una plataforma baja a diario con comida, los de arriba pueden elegir, los de abajo se conforman con las sobras. Donde “Hay tres tipos de personas: los de arriba, los de abajo y los que caen.”

Distopía aterradora ¿verdad?, encerrados en una habitación conformándonos con los restos de los de arriba. No parecería tan lejano a ojos de alguien que salga del confinamiento para visitar un supermercado, los primeros eligen, los últimos se conforman con las sobras, esta es la realidad de muchas personas que viven al día, que no se pueden permitir hacer compras mensuales.

Actualidad

Es abrumador lo bien que retrata la película la condición humana en tiempos del neoliberalismo, donde en situación de normalidad todo parece funcionar (relativamente) pero que en situaciones de alarma es un sálvese quien pueda y si yo cojo todo el papel de baño, haber llegado antes.

Pero a diferencia del Hoyo, en la realidad, los de arriba siempre están arriba y los de abajo siempre están abajo, y en un nivel bajo se puede aguantar un mes pero al segundo “el hambre desata la locura” y mientras los de arriba te dicen que te quedes en casa como ellos (desde su piscina o jardín) tú que estás en tu piso de 70 m² sin balcón y aguantando el “flying free” a todo volumen del vecino de arriba  a la hora de la siesta (porque hay que ser creativo), pues te jodes.

Y si bien estamos viendo gestos de solidaridad, como los aplauso a las 20:00 por los y las trabajadoras que se dejan la piel día a día, los grupos vecinales que se organizan para atender las necesidades de los grupos de riesgo o incluso acciones más superfluas como el bingo vecinal (que puede salvar la tarde de alguien), la realidad es más la de el vecino que oposita a policía, el que que te insulta desde la ventana, la del (tonto) del runner, el que saca diez veces al perro o el que te deja sin macarrones en el super.

Al final por mucho que se empeñe Antonia San Juan en creer que puede surgir una solidaridad espontánea y que los de arriba se conformen con su ración y dejen para los demás, Iván Massagué sentencia con que “los cambios nunca se producen de manera espontánea”, pero le avisan de que hay que “convencer antes que vencer” ¿y si no convencemos? “entonces palo”.

Por ello convenzamos (ya que evidencias nos sobran) que el neoliberalismo no funciona, que la sanidad pública no se toca porque es la que salva vida y que los que sacan adelante el país no son los de arriba, son las clases populares, ya que solo el pueblo puede salvar al pueblo, ¡Rompamos el Hoyo! y sino palo.