Fenómeno VOX

Por Alexander Martínez @alexander_m_e_

El mismo día que la fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social que dirigía cerró sus puertas, Santiago Abascal, tras endosarse en esta una prominente cantidad económica sin registrar ninguna actividad, corrió como si su vida fuese en ello al Registro de Partidos Políticos para efectuar la creación de uno de los fenómenos políticos más mediáticos del reciente panorama español: el partido ultra VOX. No obstante, ¿cabe la posibilidad de que Abascal fuese simplemente la marioneta, dentro de una de las múltiples estrategias de un PP asolado por todo tipo de derrotas electorales y corruptelas? ¿Es posible que todo ese dinero destinado a la fundación fuese una simple tapadera para camuflar un objetivo mayor?

Y es que, desde las elecciones estadounidenses de 2016, pasando por las brasileñas y las de media Europa, hasta el consiguiente despliegue de votos que se han ratificado en las españolas respecto al fenómeno VOX, el que niegue el próspero y progresivo auge de la extrema derecha o se permita dudar de su inmediato y futuro poder e influencia, o es un negligente o un inválido analista.

El origen cronológico del fenómeno podría datar, según algunos expertos, en torno a las décadas que ulteriormente siguieron a los diferentes regímenes autoritarios del siglo pasado, por otro lado, y en cuanto al plano ideológico, este movimiento político se podría identificar generalmente como una corriente antidemocrática que trata de apelar, además descaradamente, a idearios tanto nacionalistas y xenófobos como conservadores y liberales. Globalizan todas estas vertientes en políticas centradas en el populismo y la demagogia, tratando de calar en las clases sociales más golpeadas económicamente. Todas estas actitudes políticas son siempre precedidas por un acontecimiento histórico que las provoca, como fue en el siglo XX el auge de regímenes autoritarios o ahora lo ha sido, coincidiendo con los expertos, la pasada crisis del 2008 y el consiguiente miedo que suscita volver a sufrir un acontecimiento de esta índole.

¿Cómo y por qué este movimiento populista y derechista ha conseguido tanto poder en España, un país abanderado por una democracia, aún joven, pero ya presumiblemente consolidada? ¿Cómo han logrado que nosotros mismos, los españoles, olvidemos las recientes cinco décadas de enormes represiones que asolaron nuestro país?

¿Cómo han logrado que nosotros mismos, los españoles, olvidemos las recientes cinco décadas de enormes represiones que asolaron nuestro país?

Centrándonos definitivamente en el origen gnoseológico del partido VOX y, sobre todo, en su líder Santiago Abascal cabe destacar su curioso pasado. De procedencia vasca, el líder de la formación ultra fue desde 1994 hasta 2014 afiliado al Partido Popular, donde desenvolvió su vertiente más radical centrada en la oposición al movimiento político y militar ETA. Al principio, Abascal fue ascendiendo de puesto en puesto en Euskadi bajo la batuta de María San Gil, presidenta del partido desde 2004 hasta 2008 y muy cercana ideológicamente al dirigente ultra. Pero todo empezó a torcerse con la victoria de Mariano Rajoy en las Generales del 2011.

El para entonces presidente del Gobierno nombró a Carlos Urquijo como nuevo delegado del gobierno en el País Vasco por lo que su puesto como diputado en el Parlamento vasco quedaba a merced del siguiente en la lista electoral: un joven Santiago Abascal. Pero finalmente Antonio Basagoiti dirimió su correspondencia y le impidió ostentar el cargo debido a sus discrepancias con el nuevo cenáculo popular. Durante un largo periodo el máximo dirigente de VOX quedó apartado de la política vasca y por tanto, de la nacional, hasta que en 2010 de la mano de su compañera y gran amiga Esperanza Aguirre fue rescatado dando el salto al Gobierno de la capital como director de la Agencia de Protección de Datos.

En 2013 el ahora dirigente de VOX fue nombrado director de la Fundación para el Mecenazgo y Patrocinio Social la cual además de recibir una subvención por parte de la Comunidad de Madrid de 183.600 euros de los cuales destinó 82.491 a su sueldo, se caracterizó por no registrar, incongruentemente, ningún tipo de actividad. Final y seguramente debido a su particular controversia y notoria disidencia con las políticas que llevaba a cabo su para entonces partido, el líder actual de Vox decidió entregar de vuelta su carné después de 2 décadas como afiliado, con un profundo dolor, obligado por lo que para él había sido una “traición a sus ideas”.

Abascal incluso llegó a firmar declaraciones repletas de un profundo sentimiento de alevosía contra la cúpula del que hasta el momento había sido su partido: “Esta decisión la tomarán muchos en el futuro próximo, motivados en partes iguales por tus decisiones e indecisiones como líder del partido”, refiriéndose de esa forma a la responsabilidad que para él tenía que asumir por entonces el máximo dirigente de la corporación azul, Mariano Rajoy, pero no sin antes dejarle un último y desafiante recado: “Llueve sobre mojado, presidente, llueve sobre mojado”.

¿Y si toda esta patraña protagonizada por Abascal viene premeditada por algún visionario del PP, consecuencia de las innumerables irrupciones de partidos ultraderechistas a lo largo del mapa político contemporáneo? ¿Y si el PP consciente de este crecimiento quiso beneficiarse de tal fenómeno? Y en definitiva, ¿y si todo el capital subvencionado por la formación de la calle Génova fuese destinado a la creación de un partido alternativo, de características extremistas (siguiendo la “moda” europea), para controlar ese sector del tablero político español que ya afloraba sin control alguno en Europa y el resto del mundo? ¿Y si Vox no es nada más que la bestia desatada del partido más corrupto de la historia de la actual democracia española?

Obiter dictum, nada de esto hubiese sido posible sin el apoyo del partido que se jactaba de aparecer en la política española para renovarla y modernizarla profundamente, siendo a la larga, el eje principal de su deterioro traicionando todo esa homilía a cambio de ostentar el máximo poder posible aun sobrepasando la más gruesa línea roja de su familia política europea: pactar con la extrema derecha. Así es que tanto la Comunidad de Madrid, como Madrid capital, Andalucía, Murcia e incluso, pudiendo llegar al gobierno central (pasando presumiblemente por las urnas de nuevo, debido a la posible desmotivación de la izquierda).

Ello no solo atenta contra la mayoría de los derechos sociales y civiles recientemente conquistados sino que también trata de enterrarlos para siempre.