Trabajar en Glovo o ser esclavo sobre ruedas

Glovo

Alberto hoy ha salido de casa con la bici. Se ha ajustado el casco y la mochila para recorrer unos 30 kilómetros en 3 horas. Un buen paseo para un cicloturista, pero Alberto no es cicloturista, es “rider”. Ha cobrado 28 euros por hacer 6 pedidos y hasta mañana no podrá hacer más. Es lo que conocemos como un repartidor, pero esta vez en versión explotado. Por cierto, su mochila es amarilla y cuadrada y, efectivamente, pone “Glovo”.

Glovo es una subcontrata de la que se sirven ciertas empresas con objeto de transportar cualquier tipo de productos en bicicleta, para ser entregados en los destinos pertinentes por los llamados glovers. En la página web se describe a los repartidores como personas que disponen de tiempo libre, vehículo y smartphone propio, y buscan sacarle el máximo rendimiento ayudándote a resolver tus gestiones. Suena hasta bonito. Pues adelante, lo primero que necesitarás será la mochila, que te la proporciona la empresa, eso sí, al coste de 60 euros que serán retirados de tus ganancias. Y no será lo único a pagar, serás autónomo y deberás apoquinar la cuota, unos 50 euros anuales.

«Mi mujer me ayudaba a repartir porque me cuesta subir escaleras» T.V., de 56 años, ex trabajador de Glovo.

El funcionamiento es sencillo: La comunidad de glovers está formada por autónomos con moto o bici que se apuntan a la plataforma. La empresa los forma, y estos deciden cuándo trabajar o aceptar los pedidos, de manera que lo pueden alternar con sus trabajos u otras actividades. Cuando alguien hace un pedido, los glovers reciben una notificación y deciden si pueden hacerse cargo o no del recado. Además, la compañía tiene un seguro contratado por si pasase algo. Teóricamente.

Trabajador de Glovo en bicicleta.

La realidad es que los horarios disponibles varían en función a la valoración que tenga cada “rider”. Una valoración que la pone el consumidor cuando le llega cada envío. La libertad de hacerse cargo o no del pedido es muy relativa, si decides rechazar un pedido tu valoración caerá y perderás las mejores horas de reparto. En resumen, tendrás unas horas estipuladas y limitadas para trabajar, la puntualidad será tu mayor preocupación con el estrés que te suponga, y cuando llegues al cliente, más te valdrá sonreír para recibir una buena calificación. Serás un falso autónomo bajo unas condiciones esclavistas.

«Es explotación a máximo nivel» Eratsu Muñoz, ex trabajador de Glovo.

La mayoría de glovers son jóvenes, hombres y latinoamericanos. Según estima Felipe Díaz, de Riders x Derechos, más del 90% son venezolanos. Díaz no cree que sea casualidad. “Cuando en Deliveroo se dejó de pagar por hora, la gran mayoría de españoles se fueron. Conozco a gente que quiere traerse a la familia, y está pedaleando día y noche, autoexplotándose”. También es sabido que hay personas que se aprovechan de la situación irregular de los inmigrantes para “alquilarles” la cuenta a cambio de un porcentaje. A lo que la compañía de momento, hace oídos sordos.

Protesta en Barcelona por la muerte de un trabajador de Glovo.

Pocos son los trabajadores que aguantan un largo periplo bajo esta precariedad. Muchos de ellos aseguran haber perdido dinero y una cantidad inmensa de horas. La entrada masiva de “riders” responde a la falta de información y a una precipitación en busca de dinero al instante. Glovo acaba de cerrar una ronda de financiación de 150 millones de euros, eso sí, Alberto no va a dejar de ganar 600 euros al mes para ganar 1500 euros.

Una globalización salvaje que da rienda suelta a las grandes multinacionales para explotar a sus trabajadores. Un empleo mal pagado y peligroso que se saldó el mes pasado la vida de un joven nepalí de 22 años. Los sindicatos han “denunciado” sin mucho ruido la carencia de derechos laborales de estas compañías, pero bueno, últimamente lo único que hacen es chupar del bote. Pedro Sánchez ha anunciado la intención de regular este embrollo, no estaría mal un guiño al proletariado como Partido Socialista OBRERO Español. Antiguamente los esclavos trabajaban con grilletes en las manos y recibían latigazos, los de hoy en día con una bicicleta y un smartphone, ah y el latigazo son los 600 euros para malvivir.